Ésta imagen de Quino, que suelo utilizar como disparador en charlas sobre gestión de salarios para líderes, tiene una posible lectura que quisiera compartir.
La obvia es el personaje que representa al “poderoso” (en términos actuales sería la gran corporación, los intereses internacionales, sus representantes, etc.) El otro personaje es el “pasivo” a quien que sólo le toca esperar algo del poderoso.
Estaría bien si lo tomáramos como un chiste, pero me inclino a pensar que una parte de nuestra sociedad considera que su rol es exigirle a quien cree poderoso que le solucione todas sus necesidades, sean estas económicas, de vivienda, educativas, de justicia, etc. etc.
Pareciera que el único rol activo que nos gusta tomar es expresar nuestro enojo y exigir, muchas veces, de la peor manera.
Quizás sea porque, desde la época de la colonia para acá (y casi sin excepción), nuestros líderes se encargaron de administrar su poder en términos de su interés personal y no del interés general.
Está bien exigirle a los líderes/poderosos, pero tengamos algo en claro, de haber existido la Gallina de los Huevos de Oro.….con nuestro comportamiento ya la habríamos destruido. Nos cuesta hacer carne que las cosas no son mágicas ni “caen desde el poderoso”. Somos la mayoría de las veces actores principales de lo que logramos y de lo que NO logramos.
No obtendremos un empleo por el hecho de exigir a un gobierno más trabajo. Debemos trabajar más y mejor para que alguien considere que invertir vale la pena.
No tendremos Justicia por exigirla (y menos aún si se la pedimos al Poder Ejecutivo). Habrá mejor Justicia cuando los legisladores (a quiénes votamos) evalúen a los jueces (que no votamos) por incumplimiento de sus deberes públicos.
No tendremos mejores salarios en un país que es pobre, sin mercado, que le cuesta abrirse al mundo. Que entiende el término “competir” como la forma de ver quien consigue primero un favor del intendente, inspector o funcionario en cuestión, en vez de capacitar a su gente, comprar mejores máquinas, negociar mejor con sus proveedores, trazar metas, tener un plan, y hacerle entender al sindicato que se necesitan mutuamente para trabajar hacia el interés general, no para lo político partidario o para la “devolución” de favores.
No tendremos trabajos de calidad si los empresarios y los sindicalistas no hacen un esfuerzo por inculcar valores. Si sólo hablamos de los derechos y no hablamos de las obligaciones estaremos cada vez peor.
No tendremos trabajos de calidad con tantas legislaciones laborales, tantos convenios, tantos beneficios diferentes, o tanta carga impositiva. Menos leyes, menos regulaciones, sólo las más importantes, y cuanto más fácil sea el pase de un sector a otro (incluso del público al privado) mejor nos hará.
No reduciremos la actividad económica en negro si no aceptamos que se debe controlar y castigar, pero también incentivar a quien cumple bajando sus costos laborales.
Por eso, actuamos según veamos las cosas y en consecuencia, así nos irá.